“Yo dibujo igual de bien que tío y que tu,” dijo mi hermano mayor Ruben, dándolo como un hecho.
“Oh no, tu no,” le conteste corrigiéndolo.
“Oh si, yo puedo.”
“No puedes.”
“Puedo–“
“¡Niños! ¡Cállense ya!” Interrumpe abuela. “Por eso es que ustedes dos no pueden estar juntos.”
Ruben y yo nos miramos perplejos por lo que ella acababa de decir. Ruben y yo teníamos que intercambiar los días que nos tocaba visitar a Papi. Éramos inquietos. Jugábamos desordenadamente y sin control. Cuando Papi venia los fines de semanas a buscarnos dejábamos a Ruben en casa de los abuelos o de Mamá. Este era el arreglo normalmente. En ocasiones muy raras visitábamos juntos.
Mi hermano me provocaba para obtener una reacción de mi. Y el fin de semana en casa de Papi no era una excepción.
“Venga, ya.” Ruben movía sus brazos impacientemente parecía que se le fueran a caer, parado frente a la puerta abierta del cuarto de baño.
La curiosidad me ganaba. “Espérate ahí,” yo le dije tratando de que mi voz se pareciera a la de a Mama.
Mi hermano mayor se parecía al gato que se trago el pájaro, o el canario, o algo.
“Mas vale que no me estés engañando,” le advertí.
“No seas tan sentimental,” me dijo, practicando esas palabras grandes.
“No lo soy.”
“Si lo eres, y nunca vas a adivinar lo que hay aquí.”
“Oh si.”
“Oh no.”
“Dame una idea.”
Ruben sacudó su cabeza. “Negativo.”
“Ahí no hay na.” Di una patada en el piso y cruze mis brazos muriéndome por saber lo que había allí dentro. “Estas tratando de engañarme.”
Parado frente a la cortina cerrada del baño mientras la aguantaba. “¿Lista?” me pregunta Ruben, con sus ojos espantados.
“Dale. Ahí no hay na.”
“Oh, si…es…” de repente Ruben le da un jalón y abre la cortina y grita “¡El Chupacabra!”
Yo solté un grito bien prolongado mientras miraba esa cosa flotando en la bañera.
Papi vino corriendo y casi sin respiración y pregunta, “¿Que fue?” demandando respuesta. “¿Que pasa? ¿Que pasa aquí? ¡Caramba! Los oigo desde afuera.”
“Papi, Ruben me dijo que es es ‘El Abra Ca Dabra que se chupa las cabras'”, dije mientras lloraba y sin saber pronunciar las palabras.
“¿Que? ¡Oye! ¿Que te pasa a ti?” Papi demandaba saber, hablando con su acento. “¿Porque tu no juegas agradablemente? No le hagas eso a tu hermana,” dandole un cogotazo por la cabeza.
Mi hermano estaba estremecido, pero sonriente me decía entre dientes, “boba,” mientras se iba.
“Mija, ¿tu sabes que es esto?” mientras me tomaba de los hombros.
“¡Esto es un cerdo color de rosa!” yo chille. “¿Porque eso esta en la bañera con agua?”
“Gloria va a hacer un pernil nos lo vamos a comer.”
“¿Puerco asado? Ay no, Papi, eso es asqueroso.”
“¿De que tu hablas? Te apuesto que nunca lo has comido anteriormente,” me dijo mientras cerraba la cortina de baño. “Ya veras,” y guiñando el ojo me toma de la mano. “Va a saber tan rico.”
Pues, si mi Papi decía algo, usualmente el tenia la razón.
Estaba delicioso.