“¡No, no otra vez! !No ahora!” Exclame desde el cuarto de baño. Déjame llamar a Marisa. Ella siempre a sido fuerte. Ella tiene buen juicio.
Tome el teléfono y marque su numero, al ella contestar, yo con voz exasperada le dije, “¡Estoy embárazada!” Ella me dará aliento, pensé.
“Mary,” comenzo diciendo.”¿Como vas a cuidar de otro bebe?”
Bueno, parece que no.
“¿Que vas a hacer?” exclamó Marisa.
Bueno, pense yo. Si hubiera sabido esto no la hubiera llamado. Pense que recibiría algún aliento, algún consuelo, un refuerzo, guianza, o, soporte.
“Yo…yo no se, pensé–”
“¿En que estabas pensando, Mary?” me dice con exasperación. “Solo tienes 21 años. Tienes tres hijos, y viene el numero cuatro. Tu esposo toma mucho, trabaja cuando le parece, tienes una hija con ecesidades especiales, y ustedes no tienen dinero suficiente…!”
Mi mente comenzó a dar vueltas. Estaba colgando por un hilito, toda esperanza se iba desapareciendo. Esta bien, dime algo que yo no se, a quien estoy engañando. Marisa tiene razón. No. Puedo. Continuar.
Luego añadió, “Yo te ayudo, pero si te practicas un aborto, yo te lo pago.”
¿Entonces, eso es? ¿Así de fácil resolveré esta situación, asi de rápido . . . terminaría con una vida inocente?
“Tendre que pensarlo,” murmure entre dientes. “Déjame pensarlo esta noche. Luego hablamos.”
¿Seria posible que yo acababa de responder de esta manera?
Colgue el teléfono, tenia un conflicto conmigo misma, me pesaban las emociones. Mi mundo acaba de detenerse. Mi corazón pesado. Mientras pasaba mi mano sobre mi vientre y me decía: yo no puedo tener otro bebe. ¿Pero,consideraría yo esta solución como una salida?
Las niñas dormian en su habitacion. Su padre, solo Dios sabia donde estaba. Me senté sola y a obscuras sobre mi cama con mis piernas cruzadas. Me dolia la cabeza, sentía nudos en el estomago. Me azotaban olas de desesperanza. Entonces, las memorias de la casa de mis abuelos se asomaron, pues allí había sido el único lugar en donde yo había encontrado seguridad como una sabana que me cubría. Entendi que me estaba hundiendo. Rapidamente.
¿Pero que le sucedió a mi ancla de Fe? ¿Mi esperanza?¿No es Dios lo suficientemente grande como para resolver mis líos? Tengo que admitir que he estado muy ocupada para acordarme de El. Y ahora que lo necesito ¿se acordara El de mi? De repente se me ocurre pensar que: ¿Sino puede confiar en El entonces para que seguir hacia adelant?
En ese instante ore como nunca antes había orado. Empapándome de la palabra de Dios. El libro de los Salmos siempre me había confortado, y en esa noche antes de dormirme llego mi momento “Aja,” luego de haber leído el Salmos 139:13 “Porque Tu formastes mis entrañas; me entretejistes en el vientre de mi madre.” ¡No podía quitarle la vida a mi hijo no nacido sabiendo que la vida que estaba dentro de mi me la había dado Dios!
Llego la mañana. Un nuevo día. Un nuevo comienzo. Habia resulto lo que iba a decidir. Mi Fe resplandecía. Dios siempre había cuidado de mi. Habia determinado confiar en El. El me cargaría en sus brazos. Yo creo Señor, ayuda mi incredulidad. Dame de tu Gracia para poder permanecer.
Tome el teléfono y marque el numéro de Marisa.
“Gracias, pero, no gracias.”
“Mary, piensalo–”
“¡No! ¿Pensar Que? Voy a caminar confiando en Dios. Tu conoces mis convicciones. Pense que también eran las tuyas.”
“Mary, solo estaba tratando…”
“¿Si, de que manera?” le interrumpo, mientras caminaba de aquí para alla. “¿Ofreciéndome un aborto? Vine a donde ti cabizbaja, buscando aliento y oración. Necesitaba escuchar palabras con ‘Esperanzas’ que podían ir mas alla de mi dolor, pero no me las distes, ni quisistes dármelas.”
“Pero Mary, eres joven, yo he vivido mas que tu–”
“¡Tú nunca tuvistes hijos!”
“Mary, yo contraje matrimonio con un cretino también, y ellos nunca cambian.” Marisa continuo dando razones por las cuales ella solo estaba pensando en mi bienestar.
Luego de un largo silencio ya no había nada que decir, colgamos el teléfono.
Pensé en una lección que había aprendido acerca de Job. Cuando el llama a sus amigos “consoladores molestos” pues en vez de consolarlo lo juzgaron, y aun su esposa le dice “maldice a Dios y muérete.” Estos en vez de ayudarlo querían mas bien hundirlo, aumentando así sus problemas.
Marisa y yo nos alejamos cada una por su propio camino. Nuestra amistad culmino ese día.
Pasaron los dias, semanas y meses unos sobre otros; mis problemas se quedaron atrás, y con mi corazón rebosando y mis ojos llenos de lagrimas, me incline a besar a mi recién nacido. “Hola, Daniel Michael,” le susurre. “Soy tu mami.”
En poco tiempo, mi pequeño hijo de cabellos rizados, andaba correteando. Y con aquellos ojos obscuros que cada vez que me miran tocan mi corazón.
De repente, en un abrir y cerrar de ojos ese niño es un joven guapo y fuerte. Tengo que alzae mis ojos para contemplarlo.
Nota: Comparto esta historia no para condenar, juzgar, criticar, ni minimizar a alguien que tome una decisión distinta a la mía, por cualquiera que sea su situación. He cometido muchos errores en mi vida. Comparto mi historia ya que en esta ocasión, fui lo suficiente fuerte para poder tomar la mejor decisión para mi. Creo que la fuerza que necesitaba me llego al orar al Padre Celestial. Tengo algunos remordimientos en mi vida pero, nunca me he arrepentido de haber tenido a mi único varón hacen 32 años.